- 8 septiembre, 2017
- Posted by: Comfacor
- Categoría: Crónicas
Hace diez años Yovani Camaño Jiménez salió de Unguía, Chocó con sus tres hijos menores por el fragor de la guerra.
En sus palabras dice que un “salpicón” de grupos armados mató a miembros de su familia. Ella aseguró ropa en una bolsa y huyó de la muerte.
“He sufrido mucho – dice – salí de allá con mi bolsito y mis hijos. O salía o era mi vida y la de mis hijos”. ¿Tú puedes creer que le quiten a uno un ser querido y que encima te toque salir corriendo? Reclama la mujer de 47 años.
Desplazada llegó con su familia a Montería, ciudad desconocida en la que no conseguía trabajo formal.
“Nadie me contrataba por no tener historia laboral, menos por ser desplazada”, recalca.
Sin opciones de empleo comenzó a restregar ropa ajena para superar su pasado y sobrevivir. Con lavado y planchado llevaba los alimentos para sus tres hijos que se echó al hombro porque su padre no respondía por ellos.
Cuando no había ropa para lavar ni para planchar, se rebuscaba vendiendo minutos de llamadas en las calles de Montería.
Yovani Camaño comenzó a padecer irritación de colón. La eps que registraba su nombre no le suministraba los tratamientos ni los medicamentos a tiempo que requería para hacer llevadera la enfermedad.
En 2007 ingresó como paciente a Comfacor EPS. Hoy su testimonio es satisfactorio. Su vida dio un giro entre lo milagroso y las sorprendente ganas de superación y supervivencia.En la subdirección de salud de la EPS, a cargo de María Paulina Lorduy, tomaron su historia de vida y ordenaron procedimientos prioritarios. Los servicios médicos, asistencia psicosocial y suministro de medicamentos no le faltan.
Ella y su hijo fueron incluidos en el Programa de Atención Psicosocial y Salud Integral a Víctimas – PAPSIVI, del cual COMFACOR es pionera en adopción e implementación.
“Llegué a donde tenía que llegar y aquí me quedo”, sentencia la mujer que siente hija adoptiva de Comfacor EPS.
Hoy lleva una vida modesta en una casa que el gobierno nacional le asignó en el sector El Minuto de Dios. Sus hijos crecieron: César Augusto Terán Camaño, el mayor con 30 años, empacó maletas y se radicó en Santiago, la capital de Chile hace dos años. Su hija, Claudia Vanessa Camaño, con 23 años decidió que era hora de hacer su propia vida, pero vive pendiente de su abnegada progenitora.
El menor, Leider Andrés Perea Camaño, tiene 19 años. Quiere ser ingeniero ambiental. Por los giros de la vida ingresó a estudiar licenciatura de educación física en la Universidad de Córdoba, de donde aspira a salir formado para el mercado laboral para ayudar a su madre y hacerse cargo de ella.
Diez años después de haber abandonado contra su voluntad su casa en Unguía, Yovani Camaño sentencia que se siente hija de Montería y consentida de la EPS Comfacor.