- 11 agosto, 2017
- Posted by: Comfacor
- Categoría: Crónicas

Trece años tiene Alexander. Poco sabe de la hormona insulina, que un día sin dar aviso, lo llevó a urgencias médicas, dejándolo inconsciente por 3 días y en UCI por casi 15 días, a escaso tiempo de abordar un coma diabético, en un viaje del que muchos niños y niñas no han regresado. Con cara de sorpresa y tal vez ansiedad, recibe una visita inesperada en su casa, no sabe si sonreír o quedarse serio, pero su inocencia le gana y sonríe a medias, con pena, con un brillo encantador en la mirada y un hola a punto de salir de sus labios.
Alexander Flórez Montiel, a su corta edad, luego de una larga estadía en una clínica de Montería, al llegar a su casa en Martínez -corregimiento del municipio de Cereté, Córdoba- tuvo que aprender a maniobrar un glucómetro para saber sus niveles de azúcar dos veces al día, resignarse a inyectar en su cuerpo dosis de insulina para mantenerla estable y concientizarse de que debe tener una dieta saludable, estricta en harinas y azúcar, para no tener recaídas que pongan en riesgo su prometedora vida.
La Diabetes Infantil es una enfermedad que aqueja a muchas familias en el mundo; ataca sin distinción de edad, raza o condición social, sus causas, algunas realmente inevitables, aparecen normalmente cuando se presenta un desorden en el sistema inmune del niño. La medicina ha logrado identificar diabetes tipo I, que se da cuando el cuerpo ataca a las células que se requieren para producir insulina, necesaria para mantener los niveles de glucosa en la sangre, y diabetes tipo dos, que se da cuando el cuerpo sí produce insulina pero su cantidad es insuficiente para mantener los niveles de glucosa en la sangre.
La diabetes tipo I hizo del cuerpo de Alexander, su casa; sin su permiso y con síntomas que normalmente son confundidos con problemas estomacales, gastritis, apendicitis u otros, Alexander se convirtió en un número más de los pocos pacientes que ingresan al 10% de los diabéticos tipo I de los casos totales de diabetes, es decir, afecta sólo a un niño de un promedio de 500.000, según resultados suministrados por organismos internacionales.
Con la mirada brillante, sentado en una mecedora negra de tejido rojo, vestido con pantaloneta negra y camiseta gris, saludó a María Paulina Lorduy Lema, quien se le presenta como Subdirectora de Servicios de Salud de COMFACOR – EPS COMFACOR, entidad de salud a la cual él se encuentra afiliado; con cara de asombro aún sin entender qué pasaba y ante la vista de sus familiares que expresaban con sus gestos el extraño momento, empieza a responder preguntas y a acatar consejos médicos que ayudarán a su recuperación.
“Mi gerencia va a ser enfocada a los pacientes, escuchando sus necesidades sentidas para solucionar sus problemas” – fueron las palabras de la doctora Lorduy a la familia de Alexander, al sentarse al lado del pequeño.
¡Dios me envió dos ángeles en esta situación y uno de esos fue usted! Expresa Dayra Montiel, la mamá de Alexander; tal vez porque no es común este tipo de visitas y mucho menos en su propia casa, quizás porque en medio de la angustia de la enfermedad que hoy toca a su hijo, percibió la crisis de salud que turbe a todo el País y que no fue ajena a su caso, posiblemente porque si la atención no hubiera sido oportuna, su cara de felicidad hoy no estuviera. Sin embargo, olvida que la obligación de su EPS es ésta y que a pesar de una medida que la mantiene intervenida por su ente de control, intenta y muestra que, aún con pequeñas acciones, se brinda atención de calidad a la población: atención médica y humana.
La diabetes tipo I es una enfermedad con un fuerte factor genético y poco común en niños y adolescentes. Con cara sonriente y muy activa al hablar, Dayra sigue la conversación y cuenta cómo su madre y tías (abuela y tías maternas de Alexander), también sufrieron de Diabetes y que por eso para ella es más familiar y fácil de tratar la enfermedad de su hijo. Habla de él y dice que ella sabe que él puede seguir una vida normal, que va a volver al colegio pronto, que lo va a cuidar con la alimentación, habla de Alexander y su sonrisa se amplía más y más, manifiesta que es un niño juicioso, que le gusta el fútbol y que acertaron con el detalle del balón; en la pared de tablas al fondo, se divisa con tinta negra CR7, que hace alusión al astro del fútbol Cristiano Ronaldo, sin embargo su pasión es el dibujo.
“¡Arquitecto!”, sin titubear, respondió Alexander con firmeza cuando le preguntaron qué quería ser; enseguida Dayra dice que un día lo llevaron a Montería y vio el Coliseo, y cuando llegaron a la casa, lo tenía dibujado en el piso, un terreno natural, sin enchapes, ni acabados, por el que diariamente la familia Flórez Montiel vive sus días, con una alegría que contagia y un amor notorio que sin duda sacará a Alexander y a sus hermanos, al camino de la victoria, edificando peldaño a peldaño, erigido en valores, fabricado con perseverancia y labrado con entereza, tal cual como un futuro arquitecto haría sus construcciones.
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